lunes, 22 de noviembre de 2010

El demérito de la autoedición. O no.

Cada vez tengo más claro que las editoriales, principalmente las grandes, no están entendiendo lo que se nos viene encima.

Deberían darse cuenta, más pronto que tarde, de que el mundo, y el editorial no es una excepción, irremediablemente cambia y hoy deberían ir siendo conscientes de que ya no tienen la sartén tomada por el mango.

Viene esto a colación de lo sucedido con Willy Uribe y Tusquets. (Las negritas son mías)

Fue una charla rápida en un hotel de Bilbao. El editor tenía asuntos más importantes que atender. Mi intención era hablar de la novela que estoy escribiendo y conocer fechas posibles de su publicación. Sin embargo, para mi sorpresa, la charla fue dominada por aspectos contables. Cuadrante Las Planas no funciona, me dijo, de aperitivo. No al menos como ellos esperaban. Y que eran conscientes de lo arriesgado de la apuesta, como si Cuadrante Las Planas no hubiera sido la decisión libre de un jurado independiente y de prestigio.
...
Pareció mostrar algo de interés, pero sus comentarios dispararon las alarmas; tenemos que hacer una novela más pausada, más sosegada; debemos relajar el ritmo respecto a novelas anteriores, buscar el equilibrio; escribiremos una excelente novela. Un plural aterrador. Algo imposible.

Y aquí la clave...
Tal vez el problema resida en los escritores, en ver a las editoriales como una meta donde cobijarse, en pensar que son el único modo de llegar a los lectores. Entonces, de un modo natural, surgió por mi parte el tema de la autoedición. Su opinión fue desoladora. Es un demérito.

Ojito, que las cosas pueden cambiar, ayer eran don nadies, hoy empiezan a ser conocidos, mañana pueden echarse a temblar. Estoy seguro de que los editores seguirán siendo parte importante del negocio, o de la tarta como queramos verlo, pero tendrán que adaptarse. Seguramente lo que veamos que viene publicado por una editorial nos haga pensar en una "mayor calidad" (y nótense las cursivas), pero la autoedición no es un demérito, es simplemente otra vía, igual de buena, o incluso mejor porque a los autores les da libertad, a los lectores nos puede descubrir cosas que de otro modo nos quedarían vetadas...

Actualización: (23-Nov-10) En los comentarios, Amelia,se siente reflejada. Hace unos días ella también hablaba de lo mismo en su blog y denunciaba el inmovilismo de las editoriales.
Fernando Trujillo, al que hace algún tiempo entrevistábamos por aquí, escribía en su blog para poner en la balanza el libro impreso y el libro digital.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Pornografía infantil, NO gracias

Hoy, 20 de noviembre, se celebra el Día Internacional del Niño. Hace unos días os comentábamos que desde Lector-e nos íbamos a unir a la III Cibercampaña contra la Pornografía Infantil.

Es posible que todos podamos tener la impresión de que este es un problema que no va con nosotros, pero si hay algo que hacer que esté a nuestra alcance no debemos quedarnos de brazos cruzados. Publicando este artículo es posible que cuando algún depravado haga una búsqueda en Internet buscando "pornografía infantil" pueda llegar a uno de los miles de artículos que hoy se publican en Internet denunciando esta lacra. Esa es la intención, remover las conciencias de esos enfermos, hacerles ver que muchos no estamos dispuestos a mantenernos callados ante esa vergüenza humana y social.

Volvemos a dejar aquí el vídeo de esta campaña auspiciada por los blogs de Nacho de la Fuente y Paco Sánchez.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Leer con luz de luna

Arturo Pérez-Reverte publica en su columna de XLSemanal un artículo titulado "Leer con luz de luna".

En este artículo habla del libro electrónico, de qué le preguntan sobre él, y nos cuenta lo que él piensa y opina al respecto:

Hace tiempo que me preguntan por el libro electrónico. Qué opino y cómo veo el futuro, la desaparición del papel, los formatos clásicos y demás. Siempre respondo lo mismo: me da igual, porque yo escribo lo que va dentro. Mi trabajo es ocuparme del contenido: contar historias y que la gente las lea. Del soporte se ocupan otros. Editores y gente así. Y, por supuesto, los lectores que recurren al medio que estiman conveniente. Estoy convencido de que, en un mundo razonable, la oposición entre libro de papel y libro electrónico no debería plantearse nunca. Lo ideal es que el segundo complemente al primero, llevándolo donde aquél no puede llegar. Como herramienta eficaz de trabajo, por ejemplo. O facilitando el acceso a asuntos menos afortunados en librerías convencionales: teatro, poesía, autores sin respaldo editorial, literatura bloguera, descargas y otros experimentos interesantes que el concepto clásico no favorece demasiado. Pero no es eso lo que se plantea. Al hablar de libro de papel y libro electrónico, lo usual es oponerlos. Obligarte a elegir, como siempre. O conmigo o contra mí. Y no es ésa la cuestión. Creo. El libro electrónico es práctico y divertido. Hace posible viajar con cientos de libros encima, trabajar consultándolos con facilidad, aumentar el cuerpo de letra o leer sin otra luz que la propia pantalla. Incluso los hay con ruido de pasar páginas cuando se va de una a otra «lo que no deja de ser una simpática gilipollez».

Efectivamente tiene bastante parte de razón. A un escritor le debería dar lo mismo dónde le lean sus lectores y no me refiero a si en el salón o en el cuarto de baño, que también, si no a que lo importante será que le lean. Personalmente creo que es desde el mundo editorial desde el que más trabas se ponen, y aunque tiene su parte de lógica, habrá que aceptar que los tiempos cambian.
Pero al final del párrafo Pérez-Reverte se equivoca. Creo que no habla de un lector electrónico sino de los populares tabletos (que mal suena la jodida palabra). Un lector electrónico, los de la tinta electrónica no permiten leer con la luz de la propia pantalla, porque no la tienen. Como yo no soy Moratinos, supongo que conmigo no se enfadará ;)

En su segundo párrafo sigue en la misma línea.
Además, mientras lees puedes zapear a tu correo electrónico, escuchar música, ver imágenes y cosas así. Todo muy salpicadito, multimedia. Cuando lees, por ejemplo, «Tienen, por eso no lloran / de plomo las calaveras», puedes ilustrarlo con la foto de guardias civiles que hizo Robert Capa, escuchar a Estopa, ver cómo va el Barça-Osasuna y mandar un emilio a tu churri anunciando que le vas a sorber el tuétano. Y ahí surge uno de los problemas. No con la churri, ni con García Lorca. Ni siquiera con la Guardia Civil. Surge cuando, en vez del Romancero gitano, lo que trajinas es el Oráculo manual y arte de prudencia de Gracián, Lord Jim o La Regenta. Entonces la atención necesaria se puede desparramar un poquito.

Es cierto que los nuevos dispositivos -y hablo de lectores electrónicos, no de otros aparatos que puedan utilizarse para leer, quede claro- con conexión wifi o 3G permiten conectarse a Internet para mandar mensajes a la churri, pero a día de hoy ni es cómodo, ni es eficaz ni es práctico. A mi personalmente no tienen que venderme la burra por ahí, yo quiero algo que me permita leer y no irme al tuiter o al fisbuq de turno. Cuando leo, no tengo televisión, ni radio, quizás música, pero lo que intento es leer.
Creo que Pérez-Reverte vuelve a confundirse de aparato.

Al tercer párrafo de su artículo nada que objetar, ojalá pudiera tener yo en casa sitio para colocar 30.000 libros, sinceramente le envidio por ello. Desde que dispongo de libro electrónico no he dejado de leer en papel, todo lo contrario. De todos modos, los libros electrónicos permiten anotar, subrayar y marcar perfectamente, no con mi letra pero lo permiten. Lo de hacerlo envejecer ya es otra cosa.


Estoy harto de toparme con pantallas en todas partes, hasta en el bolsillo, y me niego a transformar mi biblioteca en un cibercafé. Con un libro electrónico, sea El Gatopardo o El perro de los Baskerville, no puedo anotar en sus márgenes, subrayar a lápiz, sobarlo con el uso, hacerlo envejecer a mi lado y entre mis manos, al ritmo de mi propia vida. No hay cuestas de Moyano, ni buquinistas del Sena, ni librerías como las de Luis Bardón, Guillermo Blázquez o Michele Polak donde los libros electrónicos puedan ocupar sus venerables estantes y cajones. Nada decora como un buen y viejo libro una casa, o una vida. Ninguna pantalla táctil huele como un Tofiño, un Laborde o un Quijote de la Academia, ni tampoco como un Tintín, un Astérix o un Corto Maltés al abrirlos por primera vez. Ninguna conserva la arena de la playa o la mancha de sangre que permiten evocar, años después, un momento de felicidad o un momento de horror que jalonaron tu vida. Y déjenme añadir algo. Si los libros de papel, bolsillo incluido, han de acabar siendo patrimonio exclusivo de una casta lectora mal vista por elitista y bibliófila, reivindico sin complejos el privilegio de pertenecer a ella. Que se mueran los feos. Y los tontos. Tengo casi treinta mil libros en casa; suficientes para resistir hasta la última bala. Quien crea que esa trinchera extraordinaria, su confortable compañía, la felicidad inmensa de acariciar lomos de piel o cartoné y hojear páginas de papel, pueden sustituirse por un chisme de plástico con un millón de libros electrónicos dentro, no tiene ni puta idea. Ni de qué es un lector, ni de qué es un libro.

El artículo completo de Arturo Pérez-Reverte puede leerse en su página web.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Discrepando, que es gerundio

Discrepo de cabo a rabo con el artículo que aparece hoy publicado en Elpais.com, La tableta da "alas" al libro pirata.

Podríamos empezar discutiendo si el diario El País puede o no tener intereses empresariales y editoriales que le hagan no ser lo suficientemente objetivo a la hora de enfocar el artículo, pero no es eso de lo que quiero tratar. Aceptemos pues su perfecto derecho a publicar el artículo de marras.

Primero fue la música, luego las películas y ahora el libro. También podríamos decir que pese a que no es nuevo la industria editorial no ha aprendido de los errores que antes que ellos cometieron las industrias de la música y el vídeo. Esto se venía anunciando desde hace tiempo, no es nuevo, pero más que poner medidas para adaptarse a los nuevos tiempos, lo que se han puesto han sido trabas. Trabas que ya intentaron poner en su momento las otras industrias y que fracasaron estrepitosamente, lo de poner puertas al campo está visto que no funciona, pero aún así perseveran en el intento.

Dice el artículo que la piratería se ha disparado principalmente debido a la aparición de las tabletas como el iPad de Apple. No creo que ese sea el motivo principal, y digo eso porque, aunque es una apreciación personal, no veo a los usuarios de estos aparatos como lectores compulsivos a diferencia de los usuarios de los lectores electrónicos, que también están proliferando y lo harán aún más en próximas fechas.

Dicen que los editores han dejado de ingresar más de 400 millones de euros de enero a junio de este año. No deja de ser un dato de difícil comprobación, pero también se podría decir que al no haber hecho los deberes han ganado menos de lo que podían haber ganado de haberlos hecho. Poner las esperanzas de solucionar el problema en la ley antidescargas, también conocida como ley Sinde, es errar una vez más.

¿Que el problema se puede agravar? Evidentemente, pero lo que hay que hacer es ofrecer algo alternativo, ahora los malos somos los usuarios que nos ponemos el parche en el ojo, luego el malo será Amazon pero no estaría mal mirarse el ombligo y ver que también ellos se están equivocando no dando respuestas a una demanda creciente. El usuario que hoy se descarga libros piratas no es el enemigo, sino el potencial cliente al que habría que cuidar. Si pudieramos obtener lo mismo y con la misma facilidad a un precio asequible a lo mejor podríamos ir dejando de llorar. No podemos pretender que toda la cadena siga ganando el mismo dinero, porque algunos han dejado de ser imprescindibles para convertirse en meros actores totalmente prescindibles. Los libreros, por mucho que nos pese, tendrán que adaptar su negocio, plantearse que hay que cambiar si quieren seguir viviendo de esto. Los empresas que se dedican a la impresión del libro deberán aceptar que su negocio va a ir a menos y así sucesivamente...

Al final del artículo, en el último párrafo se habla del precio, yo pensaba que no iban a decir nada de ese tema... ¿Un libro digital es un 30% más barato que el mismo en papel? Depende, para El Corte Inglés por ejemplo no siempre es así. Van aquí un par de ejemplos:
Los tigres de Mompracem, formato papel 10,50€
Los tigres de Mompracem, formato electrónico 13,33€

Lorenzo Silva pone algo de sensatez al tema:
Para el escritor Lorenzo Silva, el margen es insuficiente porque la clave es "olvidarse" de que el nuevo formato compite con el tradicional: "Hay que explotar simultáneamente los dos negocios. En el digital el precio debería ser casi simbólico, con poco margen porque es una herramienta publicitaria. Se dirá que es poco, pero es que es eso o gratis. En el futuro, de mis 35 libros podría ofrecer los 34 primeros juntos por 10 euros".

Lo dicho, que malos somos los lectores, que malo es Internet, que malos son todos, menos yo.

Actualización: De imprescindible lectura el artículo de José Antonio Millán, también en El País. Malas y buenas noticias. y el trozo que faltaba en el artículo. Afortunadamente uno se alegra de ver la otra visión de las cosas.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Para todos los gustos

Hoy quería compartir con vosotros un artículo que publicaba en su blog Antonio Muñoz Molina hace menos de una semana, Para todos los gustos.

Así comienza el artículo:
Los libros leídos y los no leídos, los que uno intentó leer y tuvo que rendirse, los que quisiera haber leído, los que dice haber leído, los que leyó y no recuerda nada, los que le da vergüenza haber disfrutado, los que le da más vergüenza todavía no haber disfrutado, los que le acompañaron una sola tarde de lectura perfecta y luego no ha recobrado, los que tiene sobre la mesilla y ha empezado varias veces y nunca llega a traspasar, los que está siempre prometiéndose que leerá en cuanto tenga un poco más de tiempo… Hay un libro para cada momento, para cada edad de la vida, para cada estado de ánimo, para cada noche y cada viaje; ninguno de ellos es obligatorio. Hay tantas obras maestras que no pasa nada si uno no ha leído cualquiera de ellas, porque seguro que hay otra que le gusta mucho, y que le cuesta menos trabajo, o le despierta una emoción mucho más inmediata, y la emoción siempre tiene un efecto de claridad. Leer no es una actitud pasiva, como mirar un televisor pulsando con desgana el mando a distancia; leer no es ir picoteando esta página web o esta otra, o zapeando. Leer es una tarea sustantiva, una destreza que cuesta mucho adquirir, aunque de mayores ya no lo recordemos; leer es participar activamente en un acto creativo, no ser sus testigo dócil y asombrado.
Supongo que muchos coincidiréis con sus apreciaciones, aunque seguro que también hay gente que discreparía, yo personalmente rubricaría lo que Muñoz Molina ha escrito. Me gusta porque respeta a todos los lectores, independientemente de lo que lean o cuando lo lean y pone en su sitio a esos presuntos expertos que nos marcan las directrices de lo que ellos consideran el bien y el mal, lo bueno y lo malo.

Cualquier lector medio, con vocación y cierta entrega, está capacitado para disfrutar y juzgar cualquier libro:y sobre todo para distinguir aquellos que se corresponden con su sensibilidad, con las circunstancias singulares de su carácter y su vida. En cuanto a los presuntos expertos, Nietzsche los definió mejor que nadie:

“Enturbian el agua para que parezca profunda”.

Enlace al artículo completo. Para todos los gustos, Antonio Muñoz Molina